Porciones / número de personas: 6 personas
Tiempo de Preparación: 120 minutos
Tiempo de cocción: 15 minutos
Categoría: Navidad
450 gr. de harina
100 gr. de azúcar moreno
200 gr. de mantequilla
Un huevo
2 cucharaditas de canela
80 gr. de miel
Una cucharadita de jengibre en polvo
Para disfrutar de unas riquísimas galletas de jengibre y canela lo primero que debemos hacer es tamizar una mezcla de jengibre, harina y canela. Reservamos.
A continuación batimos la mantequilla, a temperatura ambiente, con el azúcar, y con la ayuda de unas varillas. Después, añadimos el huevo y volvemos a mezclar hasta que todos los ingredientes estén bien integrados.
Agregamos la miel, sin dejar de batir, e incorporamos poco a poco los ingredientes secos que hemos tamizado anteriormente, mezclando bien para que no queden grumos.
Dividimos la masa en dos porciones y las envolvemos con film. Dejamos que reposen 15 minutos en la nevera para que se endurezca un poco la masa.
Transcurrido este tiempo estiramos la masa con el rodillo en una bandeja forrada con papel de hornear, hasta obtener aproximadamente 5 milímetros de espesor. Una vez estirada, la dejamos reposar una hora en la nevera.
Después, la cortamos con los moldes que queramos y vamos colocando las galletas sobre una bandeja forrada con papel de hornear, dejando entre ellas algo de separación.
Precalentamos el horno a 180º C y cuando haya alcanzado esta temperatura metemos la bandeja y horneamos durante 15 minutos, sin que las galletas estén doradas en exceso.
Sacamos la bandeja del horno y las dejamos reposar durante 5 minutos. Y finalmente las pasamos a una rejilla para que terminen de enfriarse.
Si queremos, podemos decorarlas con chocolate blanco o azúcar glas mezclado con un poco de agua, y la ayuda de una boquilla de punta estrecha. ¡Deliciosas!
Introducción de la receta
Las galletas de jengibre y canela están riquísimas. Estas galletas, aunque son típicas de la Navidad, se pueden comer todo el año, ya que gustan a niños y mayores. Puede ser muy divertido hacerlas con los más pequeños de la casa. Eso sí, solo tienen una pega: ¡son tremendamente adictivas!